viernes, 25 de enero de 2013

SÍNDROME DE ABSTINENCIA


Dejar el cigarrillo es muy complicado,
hay que permitirle que se vaya solo,
así sin más, sin avisar, como si nada.

Dejar, si acaso,  es un pluscuanperfecto,
una intención, un defecto del presente,
verbo que no puede comprenderse a sí mismo,
que sólo se objetiva en quien recae,
como dice mi amiga Alodia del estado civil:
que falta un ítem, que debe estar al lado
de casada, divorciada, soltera o viuda,
que necesita el quinto:  dejada.

Vos y yo nos conocimos fumando,
nos enamoramos fumando,
hicimos el  amor fumando,
soñamos el futuro en elipses,
vivimos juntos… nos fumamos.

Y ya vez lo que pasó, cuando dejamos el tabaco,
nos llenamos de estrés y nos volvimos otros,
nos hacíamos cenizas en cada discusión
y de la vida nos quedó apenas la colilla.

 Ahora fumamos el doble mientras recordamos,
que por dejar la nicotina, el alquitrán y otros venenos,
resultamos dejándonos nosotros.








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