Iniciando el año
me invitaron a contar cuentos a la orilla del río Cartama en la vereda
Pescadero en Támesis. Si no podemos contar cuentos en los teatros, contamos
en los ríos, pensé, y dije que sí a este proyecto de Comfama y la agencia
turística Ecocartama.
Como preparación, inicié un recuento en la memoria de todas
las historias que tengo sobre el territorio y además una pesquisa histórica que
me permitiera armar nuevos cuentos y discurso sobre el río, el valle del
Cartama y sus habitantes.
Me encontré en internet una investigación titulada “Acercamiento
entnohistórico a los Cartama y Caramanta” que leí emocionado, y vean las joyas que
descubrí sobre los grupos indígenas que habitaron el territorio:
Según Sebastián de Belalcazar, “...en las provincias de
Antioquia, hay una costumbre antigua, muy horrible y espantosa, y es que los
caciques principales de ellas, demás de la mujer natural, tienen otras muchas
mancebas habidas de otros pueblos, solamente para producir de ellas generación,
y cuando la criatura está ya de un año, o poco más criada de leche, mátanla
para comer, siendo su propio hijo y después que lo han comido, matan así mismo
la madre y cómensela”. (Zawadzky, 1936:85)
Y citado por el mismo Alfonso Zawadzky, dice Belalcázar:
“...el que más valiente entre ellos se muestra es aquel que tiene a su puerta
más calaveras y huesos de indios que se ha comido; y ha acontecido entre los
que toman para matar, prender una mujer preñada de hasta seis o siete meses y
abrirla con su tela, tostarla en un tiesto de olla como quien asa un pescado en
parrillas, y comérsela” (Zawadzky, 1936:85).
Al principio sentí que tenía material para crear uno o varios
cuentos terroríficos sobre los indígenas que se bañaban en el mismo río donde
contaría cuentos, pero era tan difícil creer en lo que imaginaba cuando hacía
el cuento, que decidí indagar sobre el tema, y así llegué a un artículo llamado
“El “otro” como caníbal. Estudio sobre el origen del mito de la antropofagia”,
y palabras más, palabras menos, comprendí que las crónicas de indias fueron escritas,
en su mayoría, por victimarios, quienes se beneficiaban al mostrar al otro como
bárbaro para justificar su exterminio.
No necesité mucho para saber que las compuertas de la
imaginación tienen bisagras políticas y éticas y que las historias que contamos
son más disfrutables cuando pasan alegres por nuestra personalidad, para tomar
partido y ubicarme al lado correcto de la historia.
Recordé que cuando narramos cuentos oralmente usamos más que las
palabras; que somos voz, ojos, manos, cuerpo y espíritu, que somos nosotros, nuestras
personalidades las que se entregan y que es doloroso reconocer que le hacemos
el juego a los estereotipos dañinos o que revictimizamos a los muertos, pero que
es emotivo sentirse justiciero o reparador y por esto, hacer cuentos de terror con las
difamaciones de un conquistador español para asombrar al público me pareció
absurdo. Preferí darle toque cómico y político haciendo una caricatura de Belalcázar
y sus embustes sobre los indígenas y en este caso, sobre los Cartama quienes
seguramente, todavía viven en la memoria del río.
Hacía mucho que no disfrutaba tanto contar cuentos.
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