viernes, 14 de enero de 2022

El otro como caníbal, o un relato de ética en la narración oral

 

Iniciando el año me invitaron a contar cuentos a la orilla del río Cartama en la vereda Pescadero en Támesis. Si no podemos contar cuentos en los teatros, contamos en los ríos, pensé, y dije que sí a este proyecto de Comfama y la agencia turística Ecocartama.



Como preparación, inicié un recuento en la memoria de todas las historias que tengo sobre el territorio y además una pesquisa histórica que me permitiera armar nuevos cuentos y discurso sobre el río, el valle del Cartama y sus habitantes.

Me encontré en internet una investigación titulada “Acercamiento entnohistórico a los Cartama y Caramanta” que leí emocionado, y vean las joyas que descubrí sobre los grupos indígenas que habitaron el territorio:

Según Sebastián de Belalcazar, “...en las provincias de Antioquia, hay una costumbre antigua, muy horrible y espantosa, y es que los caciques principales de ellas, demás de la mujer natural, tienen otras muchas mancebas habidas de otros pueblos, solamente para producir de ellas generación, y cuando la criatura está ya de un año, o poco más criada de leche, mátanla para comer, siendo su propio hijo y después que lo han comido, matan así mismo la madre y cómensela”. (Zawadzky, 1936:85)

Y citado por el mismo Alfonso Zawadzky, dice Belalcázar: “...el que más valiente entre ellos se muestra es aquel que tiene a su puerta más calaveras y huesos de indios que se ha comido; y ha acontecido entre los que toman para matar, prender una mujer preñada de hasta seis o siete meses y abrirla con su tela, tostarla en un tiesto de olla como quien asa un pescado en parrillas, y comérsela” (Zawadzky, 1936:85).   

Al principio sentí que tenía material para crear uno o varios cuentos terroríficos sobre los indígenas que se bañaban en el mismo río donde contaría cuentos, pero era tan difícil creer en lo que imaginaba cuando hacía el cuento, que decidí indagar sobre el tema, y así llegué a un artículo llamado “El “otro” como caníbal. Estudio sobre el origen del mito de la antropofagia”, y palabras más, palabras menos, comprendí que las crónicas de indias fueron escritas, en su mayoría, por victimarios, quienes se beneficiaban al mostrar al otro como bárbaro para justificar su exterminio.

No necesité mucho para saber que las compuertas de la imaginación tienen bisagras políticas y éticas y que las historias que contamos son más disfrutables cuando pasan alegres por nuestra personalidad, para tomar partido y ubicarme al lado correcto de la historia.

Recordé que cuando narramos cuentos oralmente usamos más que las palabras; que somos voz, ojos, manos, cuerpo y  espíritu, que somos nosotros, nuestras personalidades las que se entregan y que es doloroso reconocer que le hacemos el juego a los estereotipos dañinos o que revictimizamos a los muertos, pero que es emotivo sentirse justiciero o reparador  y por esto, hacer cuentos de terror con las difamaciones de un conquistador español para asombrar al público me pareció absurdo. Preferí darle toque cómico y político haciendo una caricatura de Belalcázar y sus embustes sobre los indígenas y en este caso, sobre los Cartama quienes seguramente, todavía viven en la memoria del río.

Hacía mucho que no disfrutaba tanto contar cuentos.


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