martes, 29 de noviembre de 2016

Madurez

A veces tienes tanta fuerza como veinte caballos.  No te importa la gravedad horizontal de los  cincuenta y te olvidas que despiertas de noche a orinar, que tu pistola tiene un solo tiro, que el tiempo te está cobrando los trasnochos. Sabes que alguien estuvo en un rincón de las tabernas, de los garitos, de las calles llevando la cuenta: el lunes 15 tragos, el martes 8, el miércoles 20, el jueves 15, el viernes 30, el sábado 40,  el domingo te lo perdonaban, lo sabías, siempre supiste que el domingo era libre y no eras católico. No hay que ser cristiano para saber que el domingo no cuenta.

La pasión son veinte caballos tirando, un polvorín el tiempo, un galope de tormenta el corazón.

Veinte caballos quietos son la inteligencia, la madurez, la tranquilidad de acercarse a la ventana después de acariciar a tu mujer y a tu hijo y de leer algún poeta inspirador para escribir un poema explosivo o panfletario, honesto, sin miedo. Sin afán de gustarle a los cagones que editan o hacen concursos y festivales.



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