Voy a terminar esta trilogía
de Juan Lanas con un par de historias de una época anterior a la de la emisora
Ondas del San Antonio.
Cuando
eso Juan Muñoz no era reconocido con el apodo de Juan Lanas, pues aún no se
dedicaba a la reparación de radios, radiolas y tornamesas. En esa época don
Juan Muñoz, era inspector de policía. Y con su estilo particular dejó huellas
imborrables a partir de anécdotas que deben ser ciertas porque ruedan de boca
en boca en la tradición oral de Támesis, un municipio en el que en las noches
se pueden ver grupos de personas tomando chocolate en la heladería la Maité,
pero más que chocolate o café se toman la palabra para conservar la memoria
oral, un patrimonio cultural que se salvaguarda contándolo, no tanto escribiéndolo
como cree la ministra de cultura de Colombia y un sin número de historiadores.
Cuentan
que en una ocasión se llamó a Juan Muñoz para que hiciera el levantamiento de
un cadáver. Como siempre don Juan pidió la asistencia de su secretaria Elvia,
con quien salió para el lugar de los hechos.
Efectivamente había un hombre muerto, un adulto no mayor de treinta años
que había decidido terminar con su vida colgándose de una de las vigas de la
sala de su casa.
Cuando
llegaron al sitio, en la entrada de la casa ya estaban apostados varios
curiosos y un par de policías, que a la llegada del inspector y su secretaria
abrieron paso para que entraran a hacer el levantamiento. La puerta estaba
ajustada y con mucho sigilo Juan Muñoz la abrió para ingresar, pero antes de
entrar vio en la mitad de la sala al hombre chilinguiando, colgado de una soga,
con la lengua afuera y con el cuello y la cara de color azul. A lo que don Juan
dirigiéndose a su secretaria y también a los curiosos exclamó: ¡aquí no se
puede hacer ningún levantamiento¡ Y por qué? pregunto la secretaria. No ve? Respondió,
preguntando, el inspector. No ve al tipo chilinguiando. Aquí lo que hay que
hacer es un bajamiento. Dijo don Juan mientras le daba instrucciones a los
policías.
Y en
otro caso, Juan Muñoz fue llamado a hacer el levantamiento del cadáver de un vecino que había sido asesinado de varios
disparos, y que estaba tirado en la calle. Para esto Juan Muñoz escribió en su
libreta de apuntes: “el occiso estaba totalmente muerto en un alto de la
carrera Bolívar, con la mano derecha hacia La Pintada y la cabeza hacia San
pablo, pero mirando hacía Valparaíso. La mano izquierda estibaba dirigida hacia
Jardín, el pie derecho hacia Fredonia y el izquierdo hacia Jericó. Por estos
indicios es fácil suponer que el asesino es de Valparaíso o está escondido allá”.
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