El rio San Antonio nace en la parte alta
de la montaña que acuna al territorio tamesino. Forma un túnel cavernoso de
varios kilómetros de largo y sale airoso lanzándose al vacío en una cascada de
agua plateada de unos cien metros de caída. Al llegar, las aguas chocan contra
las rocas reventándose en explosiones de arcoíris vaporosos y después emprenden
el camino hacia el caserío, para luego desembocar en el rio Cartama.
En el inicio de su recorrido, después de la cascada,
el rio forma una Y que se conoce como la horqueta. Una parte del agua sigue
como rio y la otra alimenta al acueducto local.
Desde siempre el agua que se consume en
Támesis es la del río San Antonio. Almacenada en tanques de tratamiento que sale
por tubos de hierro a distribuirse casa por casa.
Los tanques de tratamiento han garantizado
la potabilidad del agua pese a que es el sitio donde muchos aprendimos a nadar
y pasamos pruebas de valor, pues hay un tanque más grande, hondo y oscuro en el
que uno se puede perder y ahogarse u orinarse del miedo explorándolo. De igual
manera, bajar caminando por los tubos es otra forma de retar al equilibrio y al
vértigo.
Pero la historia de hoy tiene que ver con
que cuando iban a construir los tanques, se regó el cuento de que lo que se
estaba fraguando era la puesta de contadores para cobrar el agua, que cuando
eso era gratis, y el pueblo se rebotó.
En ese entonces, había un personaje llamado
Serafín. Era un hombre corpulento, que tenía algo de dinero y no era malo para
los negocios y había llegado a ser honorable concejal, pero no le iba bien con
la opinión pública pues tenía fama de bruto, tanto que su propio padre decía
que los tamesinos tenían que ser muy pendejos al haber elegido a su hijo para
el concejo municipal.
Sin embargo Serafín encontró en el
movimiento anti contadores de agua, un espacio para legitimar su cargo como
líder y se sumó a las marchas y desfiles, cacerolazos y amotinamientos. Y en la
última de las sesiones ordinarias de Mayo dijo que estaba en total oposición a
que se contruyeran tanques de tratamiento para el agua, porque el agua que se
consumía en el pueblo era potable. Y no sólo eso, sino que convocaba a una
sesión extraordinaria para junio, la cual debería hacerse de manera abierta
para la comunidad, a la que él invitaría personalmente, pues ese día
demostraría por qué el agua de consumo de los tamesinos no necesitaba
tratamiento.
Efectivamente dedicó todos sus esfuerzos
en convocar a la comunidad y generó tanta expectativa, que el día de la sesión
extraordinaria, las barras del concejo estaban totalmente llenas.
No fue muy largo su discurso. El tiempo se
le fue en actos protocolarios y en el saludo a los invitados. Después de media
hora de formalismos pasó a demostrar por qué el agua de Támesis era potable. Y
dijo:
“El agua de Támesis no tiene microbios. Todos
ustedes saben que el agua que consumimos sale de la montaña en una cascada de
más de cien metros de caída y que las aguas se estrellan contra unas rocas
gigantes. Pues sepan y entiendan que en
esa caída, los microbios se matan…. Y microbio
que no se mate queda tullido”.
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